lunes, 9 de julio de 2012

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Del matriarcalismo al patriarcalismo



1. INTRODUCCIÓN
En relación al matriarcado hay una tendencia a asociarlo a una suerte de oposición del patriarcado, asignándole el mismo orden jerárquico que se establece para el caso de una cultura centrada en el hombre-padre, pero esta vez, ubicándola con su centro en la mujer-madre. Lo anteriormente dicho no es la única concepción que existe en torno al tema, es por esto que el presente informe plantea una visión distinta a la expresada, debido a que ya no se entiende por matriarcado a una versión femenina del patriarcado (concentración y acopio en manos de una mujer), sino que se habla de sociedades matriarcales o de matriarcalismo para referir a un orden con características femeninas, pero esencialmente creativo; la madre tierra como matriz generadora.
Esta investigación tiene por objetivo mostrar y dar a conocer al lector diferentes posturas que se refieren a este fenómeno, para que sea capaz de generar conciencia y actitud crítica. Además, intenta que el receptor comprenda, la realidad actual y su organización social occidental. Para lograr este propósito, primero se expone acerca del tema a tratar y las diversas posturas que surgen en torno a él, luego se explica su relación con la comunicación, y por último, se entrega un ejemplo de una sociedad con estas características, para lograr un mejor entendimiento de la problemática abordada.
En este tipo de sociedades preponderan los valores relativos al polo de la comunidad, en donde la mujer es vista como proveedora y cuidadora de esta, y donde el principal valor reside en la capacidad de cohesión para la subsistencia de sus integrantes. De esta forma, la comunicación se ve favorecida, debido a que no existe en este tipo de pensamiento un orden jerárquico, que permita la distinción entre hombre y mujer, sino que ambos son vistos como iguales, por lo cual, frente a una situación de comunicación, pueden actuar e interactuar de igual manera, sin ser uno más que el otro en cuanto a derechos e inteligencia. Este tema adquiere una real importancia, ya que permite tener antecedentes de sociedades distintas a la nuestra, y muestra que es posible el surgimiento de culturas que no estén guiadas y centradas en un solo género, sino que sean capaces de trabajar conjuntamente ambos sexos para el mejoramiento de toda la sociedad.
2. PLANTEAMIENTO TEÓRICO
Al remontarse a la antigüedad es posible darse cuenta de una organización social distinta a la que existe en la actualidad en Occidente, dado que en ese entonces las relaciones entre machos y hembras, la significación y los roles que cumplían dentro de la tribu eran compartidos y no había una diferenciación tan marcada que estuviese fundada en la distinción de sexos, además la convivencia entre ser humano y medio ambiente se daba de manera más armónica, equilibrada y espiritual.
Sin embargo, existen algunas teorías que postulan la idea de sociedades matriarcales, en las cuales el poder recaía en las mujeres y eran ellas las que organizaban el grupo social, en torno a esto refiere Hayes "... los núcleos de población se agruparon ante todo alrededor de las madres, pues las mujeres por su condición más sedentaria cultivaban con sus hijos los campos constituyendo, por tanto el protoplasma de la vida social..." (1988:1000). De esta manera era la madre quien proporcionaba los alimentos vegetales, desempeñaba el principal papel en el terreno económico, regía la estructura social y ejercía el poder, por lo cual era muy grande la influencia femenina en la sociedad.
Por otro lado existen posturas contrarias y en oposición al hecho de que hayan existido en la antigüedad comunidades matriarcales. Según el profesor e historiador Javier García del Toro, nunca ha existido matriarcado, se trata de un montaje falso, realizado en función de datos erróneos. Para ello pone como ejemplo el caso de una diadema de oro del año 2000 a. C., encontrada en la localidad de Cehegín, que hablaría, de alguna manera, de una especie de Matriarcado, de una consideración muy alta hacia la mujer en las sociedades primitivas. Estas consideraciones partían de la base errónea, según él, de que “para muchos historiadores está bien claro que quienes llevan collares, pendientes o diademas…, sólo pueden ser mujeres”, por ello, a menudo, se afirmaba que era una mujer la portadora de estos objetos, “sin estudiar siquiera el diformismo sexual osteológico de los cadáveres” ( ).
Se hace interesante estudiar y analizar estas posturas, en torno a este fenómeno social, sin embargo, se debe hacer una crítica a estas teorías, ya que no reflejan claramente las condiciones de vida y las relaciones entre los seres humanos del pasado arcaico. Tales condiciones se daban de manera más solidaria, debido a que no existían desigualdades que dificultaran el trato simétrico entre los individuos y su comunicación.
“En 1861 Bachofen escribió un libro en el que explica la cualidad y la función social y civilizadora de la libido maternal en las primeras sociedades humanas; lo que ahora ya la antropología con la nueva aportación de la “revolución arqueológica” está confirmando; Bachofen dijo que la fraternidad, la paz, la armonía y el bienestar de aquellas sociedades del llamado Neolítico en la Vieja Europa, procedían de los cuerpos maternos, de lo maternal, del mundo de las madres. No de una religión de las Diosas ni de una organización política o social matriarcal, sino de los cuerpos maternos. Es decir, que aquella sociedad no provenía de las ideas o del mundo espiritual, sino de la sustancia emocional que fluía de los cuerpos físicos y que organizaba las relaciones humanas en función del bienestar; y de donde salían las energías que vertebraban los esfuerzos por cuidar de la vida humana." Casilda Rodrigañez
3. DISCUSIÓN
Vivimos en una sociedad con fuertes y marcadas desigualdades entre el sexo masculino y el femenino, condición que se ve reflejada en diversos ámbitos de la vida social. Por ejemplo, el “deber” de toda mujer, como diariamente le indica todo su entorno, es cumplir su rol de esposa sumisa y madre preocupada, además de resultar atractiva para los demás. En palabras de Carlos Lomas: “en consecuencia, la construcción de las identidades masculinas y femeninas en las sociedades humanas no es sólo el efecto natural e inevitable del azar biológico sino también, y sobre todo, el efecto cultural de la influencia de una serie de factores familiares, escolares, económicos, ideológicos y sociales. Hombres y mujeres somos diferentes no sólo porque tengamos un sexo inicial distinto, sino también porque nuestra socialización es distinta” (2005: 262-263).
A pesar de que la condición de la mujer ha cambiado y aparentemente mejorado, si tomamos en cuenta que actualmente sus derechos humanos son más valorados y ha habido un aumento en su inserción en ambientes antes prohibidos -laboral y educacional, por ejemplo- aún persisten distinciones centradas en el género, construcciones sociales y culturales que convierten las diferencias biológicas del sexo en jerarquías de poder, de status e ingresos. Sin embargo, en opinión de Marina Castañeda: “el enemigo a vencer no es la masculinidad sino cierta definición de la masculinidad y, por ende, de la feminidad.
El problema no es el hombre sino la oposición radical entre lo masculino y lo femenino, esta oposición daña a hombres y mujeres, a niños y niñas por igual. El machismo corroe todos los vínculos, afecta todas las decisiones y limita el potencial de todos los miembros de nuestra sociedad” (2002: 28).
En los medios de comunicación de masas también es posible visualizar representaciones estereotipadas o modelos a seguir, dirigidos tanto a hombres como a mujeres, pero la diferencia que se da a conocer entre ambos sexos, va en desmedro de la imagen femenina, marcándose la incidencia que tiene nuestro orden social, un ejemplo de esto se puede vislumbrar en revistas, publicidad, cine, moda, etc. Como lo plantea Feliú Arquiola: “a pesar de que las revistas hablen en femenino, den lugar a un “nosotras” y concedan mucho espacio a las relaciones personales, al no poner en tela de juicio los estereotipos tradicionales, y sobre todo al fundarlos en razones biológicas, poco hacen para transformar una cultura androcéntrica y patriarcal” (1999: 65-67).
La gente suele utilizar la expresión “sociedad machista” para referirse a todos estos condicionantes que tienen que sufrir las mujeres. Sin embargo, lo que vulgarmente se llama “machismo” no es más que el mantenimiento del patriarcado, el cual se mantiene en la sociedad actual occidental, por lo cual “¿estamos asistiendo o no al otoño del patriarcado y con él al declive sin vuelta atrás de la dominación masculina o, por el contrario, todo es un espejismo y el poder de los hombres sigue incólume y sin grieta alguna?” (Lomas 2005: 18). Plantearnos esta pregunta es mirar la realidad actual de manera crítica e intentar comprender las relaciones humanas.
4. CONCLUSIONES
El matriarcalismo como un orden con características femeninas, basado en valores de comunidad, sí existió y correspondió a una etapa de la historia humana, en la cual la producción y el trabajo se realizaban en forma comunitaria, al igual que la distribución de lo producido, tomando como base la supervivencia del grupo. Sin embargo, la concepción
que se tenía fue cambiando, dando paso a un sistema totalmente diferente que se ha instaurado y que sigue vigente hasta la actualidad: el patriarcado. “En contraste, como podemos ver en nuestro entorno, las jerarquías de dominación característicamente inhiben la actualización de funciones más elevadas, no sólo en el sistema social global, sino también en el humano individual” (Eisler 1990: 120).
Este fenómeno sigue causando gran desigualdad entre los sexos, diferencias que se pueden observar claramente, a través de las prácticas sociales y especialmente de los medios de comunicación de masas, los cuales muestran y continúan difundiendo imágenes estereotipadas, tanto de los hombres como de las mujeres, generando descalificaciones de un género frente a otro, donde el vulgarmente llamado “machismo” se impone en nuestro sistema social y cultural, perpetuándose en el inconsciente colectivo por símbolos, ritos y tradiciones.
En el presente informe se muestran diversas posiciones en torno a la concepción de matriarcalismo y se explica la realidad actual, la cual se encuentra basada en una sociedad patriarcal que determina las relaciones entre los individuos. Con lo expuesto se pretende crear en el lector una actitud de crítica y toma de conciencia frente a su entorno social, ya que con esto es posible generar transformaciones y cambios fundamentales en el mundo, teniendo en cuenta que todavía puede darse, por ejemplo, en ciertas comunidades indígenas en la que prevalecen la participación, la creatividad y el afecto y que las diferencias entre los sexos, y la dominación de un género por sobre otro no están predeterminados por nuestra biología o genética, sino que surge de un modelo de dominación diseñado y reproducido históricamente que excluye el respeto hacia los otros seres humanos.